Descripción
El alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, acompañado de las concejalas de Educación y de Bienestar Social, Ángeles Porres Ortún y Rosa Hernández del Campo, respectivamente, ha entregado esta mañana los premios del III Concurso de Relatos "Valladolid Internacional", al que se han presentado un total de 95 textos de once países.
El Ayuntamiento de Valladolid, dentro del marco de la celebración del 2010 como "Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social" y en conjunción con la Cumbre Mundial del Microcrédito 2011 que se celebrará en Valladolid en noviembre del próximo año, presentó el pasado 18 de octubre el III Concurso de Microrrelatos "Valladolid Internacional".
Un total de 95 relatos han participado en el concurso internacional, con textos enviados desde diferentes ciudades de España, Italia, EEUU, Venezuela, Chile, Colombia, Panamá, Argentina, Perú, Ecuador y Uruguay, escritos en inglés y español.
El jurado, presidido por Fernando Rubio Ballestero, consejero delegado de Presidencia y responsable de Relaciones Internacionales, e integrado por Paz Altés Melgar, responsable de la Unidad de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid; Patricia Rodríguez, escritora y miembro de la Red de Embajadores de Valladolid en Londres, y Lisa Marie Laegreid, directora de la Cumbre Global de Microcréditos 2011, determinó que los ganadores de los premios son:
Primer premio
Ginés Mulero Caparrós, autor del Microrrelato titulado "MENSAJE LÍQUIDO"
Segundo Premio
Rafael Alexis Álvarez, autor del Microrrelato titulado "Un televisor"
Tercer Premio
José Aristóbulo Ramírez Barrero, autor del Microrrelato titulado "Extracto chirimoyil"
Los galardones han consistido en tres cheques regalo de trescientos euros (tercer premio); 450 euros (segundo premio) y seiscientos euros (primer premio) para la adquisición de libros. El III Concurso Internacional de Microrrelatos, que cuenta con el patrocinio de Caja Segovia Obra Social y Cultural, ha sido difundido en la web municipal www.ava.es, en www.valladolidinternacional.es, en las bibliotecas públicas y centros cívicos y en general, a través de las posibilidades que ofrece la web.
Al tratarse de una iniciativa de la Unidad de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de Valladolid, se ha invitado a participar en el concurso a las ciudades hermanadas con Valladolid: Lille, Florencia, Orlando, Morelia y Lecce, y a las ciudades con las que Valladolid ha firmado Protocolos de Amistad: Boston y Ahmedabad.
El Ayuntamiento de Valladolid agradece a los concursantes su participación en el certamen, con textos de un máximo de 2.010 caracteres, espacios incluidos, abordando el complejo tema de la "La pobreza y los microcréditos" con imaginación y calidad literaria.
Todos los microrrelatos presentados están disponibles en la web de Valladolid Internacional www.valladolidinternacional.es
MENSAJE LÍQUIDO
Doblo la Avenida y soy afortunada al trastabillarme con el alma infinita de Gandhi. La recojo delicadamente, la pongo entre algodones, pido un microcrédito para comprar acciones de la fábrica de té donde trabajo y, subrepticiamente, la voy repartiendo en bolsitas.
UN TELEVISOR
Soy el mayor de cuatro hermanos y todos fuimos educados gracias a un televisor. Éramos de los más pobres en las montañas de Santa Fe, Veraguas, Panamá. Comíamos lo que producíamos y la producción muchas veces no daba ni para eso. Fue así que mi padre bajó al pueblo a buscar alguna ayuda económica para un proyecto que tenía en mente pero no le prestaron atención y volvió a casa lleno de esperanzas.
Como las esperanzas producen dividendos, finalmente llegó el día en que mi padre obtuvo los suyos. Una ONG le aportó el microcrédito. Con el dinero compró un televisor, una antena y una batería de auto para hacerlo funcionar. Fuimos la primera familia en tener televisor y la noticia se corrió por todo el corregimiento.
En la reunión del comité pro acueducto mi padre invitó a todos los moradores ir a nuestra casa a ver televisión de las cinco a las nueve de la noche y los fines de semana desde más temprano hasta más tarde. Acto seguido les dijo que debían dejar una colaboración voluntaria, desde un centavo a cinco reales para ayudar con la recarga de la batería que se hacía en el pueblo, nunca imaginé que ese aparato pudiera reunir más gente que la Iglesia.
Cuando los vecinos se acostumbraron a las novelas, ni los torrenciales aguaceros les impedían llegar a nuestra casa para verlas. Fue entonces cuando mi padre nos reunió y dijo que todos debíamos participar para pagar el microcrédito. Nos turnábamos para ayudar a mi mamá en la preparación de frituras y café que los asiduos televidentes consumían y que al final del mes pagaban con productos agrícolas o gallinas que mi padre vendía en el pueblo cada vez que llevaba la batería a recargar.
Con el pasar del tiempo agregamos a las ventas caramelos, galletas y gaseosas para los niños. Al final teníamos una pequeña abarrotería que hoy es la tienda del pueblo. En la comunidad la historia es conocida y se dice que mi padre logró todo eso gracias a un televisor, pero no saben que el televisor llegó gracias a un microcrédito.
EXTRACTO CHIRIMOYIL
Además de saber de dónde le viene la sarna al perro, mi madre sabía también cómo extraer y aprovechar el extracto de semilla de chirimoya, todo lo cual le servía para adornar su cabeza por dentro y lucubrar quimeras de ejércitos de mujeres con la jeta más suave que el culo de un bebé, sin celulitis ni mondongo ni gordana en tronco y extremidades gracias al uso de su extracto chirimoyil. Pero el tiempo pasó y la muérgana y caprichosa divina providencia jamás le ayudó a juntar los doscientos patacones que requería para echar a rodar su microempresa, así que un día gris se dejó de sofismas, renunció al porvenir, se dedicó a tener hijos y más hijos y me legó su secreto fabril con la esperanza de que yo tuviera mejor suerte. Y vaya que la tuve. En 2003 llegaron al barrio los empleados de la "Fundación de la Mujer" y a cuenta de la idea materna que yo les relaté adornando y mochando aquí y allá, sin más respaldo pecuniario que mi caspa, mis pulgas y mis sabañones, me prestaron el capital requerido para montar el negocio brindándome además asesoría en contabilidad, mercadeo y demás zarandajas. No fue en vano el apoyo. Seis años después, con algo de suerte y mucho de enjundia e imaginación, haciendo de tripas corazón ante algunas adversidades, hice realidad el sueño de mi madre. Actualmente nuestros productos a base de extracto chirimoyil son muy apetecidos a lo largo y ancho del país, doy empleo a ocho muchachas de la zona y ayudo a financiar, a través de la fundación, algunas ideas que llevaban mucho tiempo guardadas en el baúl de los imposibles. A propósito de imposibles, Aydé, mi gerente de innovaciones, se graduará en una semana de bacterióloga. Será la primera vez en estas montañas olvidadas por dios y por el gobierno que esos bichos microscópicos y asquerosos sirvan para generar otra cosa que no sea disentería, tuberculosis y mal de Chagas. Como dice mi hija, las posibilidades flotan a marejadas por ahí, sólo hace falta que alguien ayude a financiarlas.