El Día Internacional del Libro se celebra en la Casa Cervantes con la asistencia de Eduardo Mendoza
El alcalde y los miembros de la Corporación participan en el tradicional acto institucional
El alcalde y los miembros de la Corporación participan en el tradicional acto institucional
La Casa Cervantes se ha convertido en el escenario del acto institucional del Día del Libro, con un invitado de excepción: el escritor Eduardo Mendoza, Premio Cervantes, que ha elegido el prólogo de El Quijote como base de su intervención y se ha mostrado agradecido por participar en este acto en Valladolid.
Y el alcalde, Óscar Puente, ha pronunciado el discurso previo:
"Aquí estamos. Hemos acudido prestos, un año más, a presentar nuestros respetos a este santuario literario que, en pleno corazón de la ciudad de Valladolid, lleva más de cuatro siglos dando testimonio de todo el misterio y toda la grandeza de la vida interior y pública del gran Miguel de Cervantes.
La tradición ha hecho de la primavera, en toda la Vieja Europa, una estación de reminiscencias literarias incuestionables; y Valladolid no es una excepción, sino todo lo contrario. Valladolid, cuando llega el mes de abril, siente irremediablemente la llamada de ese pasado letraherido de nuestra tierra, sobre el que se asientan y en el que enraízan el afecto y la querencia humanista que hoy, en pleno siglo XXI y pleno advenimiento de la era de la virtualidad, continúan caracterizando nuestro paisanaje.
La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en Recoletos, la popular celebración del Día del Libro en plaza de España y la Feria del Libro de Valladolid ya a comienzos de junio son los grandes hitos que marcan el compás de la cultura del libro y la lectura en cada primavera vallisoletana. Porque, en Valladolid, la primavera es un tiempo que espolea nuestra alma lectora, que aviva nuestros hábitos lectores y estimula nuestro gusto por los libros, recordándonos su importancia, su bonanza y su incondicionalidad para con nosotros.
El siglo XXI nos ha traído la proliferación de nuevos soportes de información y nuevos formatos de comunicación escrita. Y ante esta situación, mi miedo, si he de serles sincero, no radica tanto en el peligro que presuntamente acecha a los materiales tradicionales. Mi miedo se centra mucho más en que las nuevas generaciones dejen de sentir la necesidad de la lectura, por haberla sustituido por fórmulas de adquisición de contenidos, ya literarios, ya científicos, ya divulgativos, que, sencillamente, requieren menos esfuerzo.
El ser humano lleva cuatro milenios considerando la lectura, prácticamente en exclusiva, como habilidad imprescindible para la formación, la información, la diversión y el disfrute estético y trascendente que procura la literatura.
El libro, o cualquiera que sea su sucesor como formato, debería garantizar en todo momento la preservación de esa naturaleza lingüística de nuestra especie. El libro nos ha traído de la mano hasta el lugar que hoy ocupamos en la historia de la evolución. Y no parece que estemos a disgusto con lo conseguido. ¿De verdad debemos sustituirlo drásticamente por nuevas formas de aprehender contenidos? ¿No debiéramos replantear la función futura del libro y afianzar su pertinencia como artículo de primera necesidad?
En 2023, estamos acordándonos especialmente de uno de los grandes de nuestras letras, nuestro paisano Jorge Guillén, de quien se cumple el 130 aniversario. Yo no me atrevería a hacer comparaciones, pero sí a afirmar que en la época de Guillén, en el Valladolid y en la España de mis padres y mis abuelos, existieron grandes figuras que impulsaron al hombre hacia el futuro "correcto". Y que lo hicieron valiéndose del estudio, la reflexión... la lectura.
Decía otro ilustre vallisoletano, Antonio Tovar, que "Cuando se ha vivido intensamente una época de cambio tan rápido como la nuestra, la libertad de la conducta humana resalta en toda su limitación". También nosotros estamos viviendo en tiempos de cambio superlativo y puede que, sin apenas ser conscientes, ese
cambio arrollador y deslumbrante esté cercenando y poniendo límites a la verdadera libertad que tanto y tan alto preconizamos. El saber no ocupa lugar, de acuerdo; pero la reflexión ocupa aún menos.
La Casa de Cervantes nos ha recibido esta mañana, para que juntos recordemos gestas literarias insuperables y para que, de alguna forma, hagamos un paréntesis en la precipitación del ritmo cotidiano y sintamos el peso específico que el libro debe continuar teniendo.
Casa Cervantes. Intervención
Agradezco a Alejandro Nuevo y a todo su equipo su hospitalidad y, a todos Uds., les invito, desde este carismático rincón vallisoletano, a participar de la intensa vida literaria que Valladolid ha tenido ininterrumpidamente desde los tiempos de la "Corte Literaria" de Felipe III y que sigue rabiosamente vigente en nuestro días, más de cuatro siglos después."
Y para concluir mi intervención, permítanme que les lea un breve párrafo de prosa poética, escrito en 1934, al alimón, por Francisco Pino y nuestro celebrado José María Luelmo. Son palabras emocionadas nacidas del corazón más poeta de nuestra querida Castilla, de nuestro querido Valladolid. Dicen así:
"Salir. Salir. Verse en el mundo y en los hombres, verse, frente a frente, con el poema y la vida, con la pasión y el sentimiento, con la luna y el pez, con el campo y los niños, con Castilla y con todos los soñadores… Salir de nosotros mismos, a la buena de Dios y de nuestros amigos y de nuestros poetas…¡Que nuestra ininterrumpida ilusión –juvenil siempre– florezca diariamente, densa y blanca, en los almendros del mundo y –también– en los zarzales de las márgenes del Pisuerga!"
Casa Cervantes. Encuentro Eduardo Mendoza